martes, 20 de septiembre de 2016

¿Estas son las fiestas que necesitamos?


Sí, que necesitamos. Porque las fiestas son espacios necesarios para el encuentro y para la formación de pueblo y de sentimiento colectivo, por encima de las diferencias.
Pero las que acaban de terminar, centradas en los toros, el confesionalismo católico, la subcultura del alcohol y otras drogas y los espectáculos musicales de dudoso gusto, no han pretendido representar al pueblo real que es hoy Los Molinos.
El clientelismo y el marcar territorio llevan a esto, y con el dinero de todos/as.
Un alcalde que da vivas al cristo en su bando, por si algún despistado podría llegar a creerse que vivimos en un Estado aconfesional, sabiendo que eso molesta a muchos y que discrimina a quienes no tiene sentimientos religiosos o tienen otros sentimientos religiosos. 
Un cartel anunciando las fiestas también confesional y probablemente el de peor calidad desde que se vienen haciendo.
Unas fiestas taurinas que nos cuestan más de 150.000 Euros, cuando en el pueblo hay tantas necesidades y cuando cada vez se cuestionan más ese tipo de espectáculos (¿Para cuándo una consulta ciudadana en la que los vecinos y vecinas nos pronunciemos sobre si queremos gastar esa enorme cantidad de dinero en subvencionar a una minoría de la población que es quien va a las corridas de toros?)
Ausencia de actividades culturales que merezcan ese nombre y que lleguen a otros sectores de la población que demandan algo más que fiestas taurinas y bailes con discomovil...
Botellas rotas y suciedad en el parque de la ermita y en otras zonas, junto a los juegos infantiles, etc., sin que el Ayuntamiento haya puesto siquiera contenedores para que se deposite la basura y sin que esa basura sea recogida hasta pasado el mediodía.
Ninguna actividad para la población inmigrante o de encuentro entre las diferentes culturas y formas de vida que hoy convivimos en Los Molinos, mientras que se canta ante el cristo la letra que un canalla puso a la marcha real (aunque nos tenemos que felicitar de que la fachundia ya no se atreva a cantar el cara al sol brazo en alto en un dudoso homenaje a "su cristo", porque, a pesar de todo y a pesar de que les pese, las cosas han cambiado en Los Molinos y más que van a cambiar)
Unas fiestas de afirmación de que el PP ha vuelto y con él lo más rancio.
Otra oportunidad perdida.
Adolfo Rodríguez Gil