lunes, 18 de julio de 2016

¿Qué estaba pasando el 18 de julio de 1936 en Los Molinos?

El año pasado, por estas mismas fechas, publiqué una entrada sobre la vida municipal en Los Molinos el 18 de julio de 1936. Hacía unos tres años que había encontrado en el Archivo Histórico Municipal, el borrador del acta de la sesión de la Comisión Gestora Municipal.
Me sorprendió la normalidad rutinaria que se desprendía de ese documento burocrático, que nunca fue pasado a limpio y firmado, como me sorprendió la cercanía que desprenden los asuntos cotidianos que fueron tratados en la reunión. Más tarde fuí encontrando otros documentos de esos pocos meses del Ayuntamiento del Frente Popular, qué asuntos trataba y cómo los trataba. Todo muy cercano, muy actual también.
Esta entrada y una posterior que puse en septiembre, sobre la ejecución de todos los integrantes de esa Comisión Gestora Municipal (menos uno, que pudo huir a Francia y permaneció allí), fueron reproducidas por algunos medios digitales y como consecuencia de ellas tuvimos la alegría de que un familiar de Gregorio Alonso Martín, concejal fusilado en 1939, se pusiera en contacto con nosotros y nos enviara una foto. Ahora solo nos falta la foto de Mariano López Piñuela.
El estar en otras taréas no me ha permitido seguir haciendo averiguaciones en nuestro Archivo y en el de Salamanca, como tenía pensado.
Por si puede ser de interés, vuelvo a publicar esos dos artículos, ¿Qué pasó el 18 de julio de 1936 en Los Molinos? y ¿Qué pasó en septiembre de 1939 en Los Molinos?

Adolfo Rodríguez Gil

¿Qué pasó el 18 de julio de 1936 en Los Molinos?
El 18 de julio de 1936 se reunió en sesión ordinaria la Comisión Gestora Municipal de Los Molinos, que, desde el 12 de marzo de ese año y tras la victoria del Frente Popular en las elecciones a Cortes de febrero, tenía como Alcalde Presidente a Santiago Andrés Andrés, tras la destitución por el Gobernador Civil del anterior Ayuntamiento de Los Molinos, presidido por Benito de Lucas.
En el acta manuscrita de esa sesión, que no se llegó a mecanografiar por razones imaginables, el Presidente y el resto de miembros de la Corporación, Victoriano Domínguez Torrejón, Anastasio Aparicio Ortega, Gregorio Alonso Martín y el Teniente de Alcalde Mariano López Piñuela, se dedicaron a revisar asuntos de rutina como aprobar la factura de Emiliano Morales, que se acepta con un voto en contra y algunas condiciones, ver la instancia de Jesús García, conceder a la Sociedad Obrera una extensión de 18 x 7 metros, conceder un plazo de tres meses a Dña Rosario Ramírez de Cartageno (supongo que para presentar una documentación), dejar pendiente la instancia de Miguel Gorriz hasta ver el terreno, aprobar la petición de Javier Laso de la Vega, por 25 pesetas, hablar del cortafuegos del Pinar hecho por los ganaderos, etc. Pero con toda seguridad, lo más importante y solemne fue el acuerdo para construir "cuatro escuelas", dos de niños y dos de niñas, con la subvención del Estado, en el sitio denominado Pradillo de la Sra. Marquesa de Salinas e hijas, autorizando al aparejador para hacer los planos… La sesión terminó a las nueve de la noche. 

Esa misma tarde las milicias de Guadarrama y Villalba (sus ferroviarios fundamentalmente), subieron al Alto del León por si llegaban tropas rebeldes. Como todo estaba tranquilo bajaron a dormir a sus casas. El 22 de julio, sin embargo, comenzaba la batalla del Alto del León, que fue la primera en campo abierto de la guerra.
Leyendo el Acta (más bien un borrador escrito en un cuaderno de rayas, porque nunca llegó a ser aprobada) todo lo que en ella se refleja es lo normal en un pequeño pueblo serrano y en su Ayuntamiento, encabezado por primera vez en su historia por trabajadores miembros de organizaciones de izquierda y centrado en la toma de grandes y pequeñas decisiones. Me imagino que la de iniciar la construcción de las escuelas debió ser un momento emotivo, que vendría siendo comentado y debatido por los vecinos, pues era una necesidad y también una consigna de la República: educación y cultura. Nada en el Acta deja siquiera entrever lo que ese día, más bien desde el anterior, estaba pasando en nuestro país. Parece que no se hubiera producido el alzamiento militar-fascista que iba a cambiar la vida de todos al abrir camino a una guerra que duraría casi tres años y a una dictadura que duraría casi cuarenta años y que en muchos aspectos todavía hoy sigue limitando espacios democráticos en nuestro país.
Unos días antes, el 11 de julio, el Ayuntamiento había denegado al bar de Zacarías el permiso para dar “funciones de varietés en la terraza que hay delante de su establecimiento”, comunicado a Abrahan Jimeno, dueño de la peluquería, que le habían puesto una denuncia por tenerla abierta en sábado después de las 12 de la noche, a la vez que notificaba a Francisco Hernández que se le había concedido, por unanimidad, autorización para abrir una puerta en su casa de la Calle Comercio, 15, “siempre que cuente con la autorización de la Jefatura de Obras Públicas”, se acordaba sacar a subasta la limpieza de las caceras de Villa, Matalascabras, Matalaguna y Molino de la Cruz, se aceptaba que varios comerciantes pudieran abrir los domingos de ocho a doce, durante la temporada de veraneo, para venta de productos de primera necesidad, se acuerda reparar varias fuentes públicas, solicitar al vecino Carlos Hurtado de Amezaga la cesión gratuita del Cercón de la Calleja del Molino para poder edificar unas nuevas escuelas, por ser insuficientes las existentes, y otros asuntos, incluida la solicitud del propio Santiago Andrés Andrés de elevar su casa y abrir un balcón a la Plaza de la República, para lo cual éste se retira del salón de Plenos y asume la presidencia de la Comisión Gestora el primer Teniente de Alcalde…. La obra solicitada por el Alcalde para su casa no se haría, como tampoco las escuelas.
El mismo Ayuntamiento, en sesión del 27 de junio, presidida por Santiago Andrés Andrés, acordó que la Sra. Marquesa de Zugasti abonara 50 pesetas por el terreno municipal ocupado por una terraza construida y le comunicaba “que se abstenga, en lo sucesivo de ejecutar ninguna clase de obras sin autorización del Ayuntamiento”. Un trabajador, haciendo uso de la autoridad que le confería la República, multaba y advertía a una marquesa. Algo antes nunca visto en Los Molinos, donde la sumisión a los veraneantes poderosos era la tónica, incluso entre los que se preciaban de ser caciques en su pueblo.
Anteriormente, Santiago Andrés Andrés
, había remitido un escrito, de fecha 22 de junio, al Delegado de Hacienda de la Provincia de Madrid, en el que, entre otras cosas, indicaba que “encontró la administración del Municipio (que había estado en manos de la CEDA) en tal estado de abandono que consideró indispensable se levantara un acta Notarial, como así se hizo por el Notario de S. Lorenzo del Escorial D. Mariano Somalo y en la cual consta entre otros extremos que no se rendían cuentas desde hace más de diez años, ni se llevaban libros de contabilidad desde el año 1934 encontrándose posteriormente numerosas irregularidades por las cuales se instruye sumario por el Juzgado de Instrucción del Partido de S. Lorenzo. Por lo anteriormente expuesto podrá deducir V.E. el lastimoso estado en que se encontraba este Municipio, no existiendo Presupuesto ni siquiera proyecto formalizado para el presente año, defectos que la Corporación actual con todo su esfuerzo está tratando de subsanar, y por tanto se está confeccionando dicho Presupuesto y cree esta Alcaldía podrá ser enviado a la Delegación en la primera quincena del mes próximo.”  Tampoco ese juicio tuvo lugar.
Todo tan lejano y tan cercano. Expedientes de obras, solicitudes de vecinos, documentación que no aparece, ilegalidades, Presupuestos sin formalizar… La rutina de un Ayuntamiento de entonces y de ahora.
Pero también estaban pasando cosas nuevas, incluso insólitas, en Los Molinos. 

Dos meses antes, concretamente el 8 de mayo de 1936, había quedado constituida legalmente la Agrupación Socialista de Los Molinos, domiciliada en la Calle Taberna, 11, y el 9 de mayo la Sociedad de Oficios Varios de Los Molinos pedía al Alcalde (que no era ajeno al asunto, pues era un trabajador agrícola y había sido elegido un año y medio antes Vicepresidente de la Sociedad de Trabajadores de la Tierra de Los Molinos, de la UGT), que comunicara “a todos los Patrones e industriales que residen en esta localidad, que si en el término de ocho días no están afiliados los obreros que tengan, a este centro, y siguen atropellando la legislación vigente, como varios de ellos lo vienen haciendo, iremos a la Huelga General el día dieciocho del corriente mes. No dudando solucione tan importante conflicto en el plazo arriba indicado…”
El trabajador y sindicalista, ahora Alcalde, remitía inmediatamente un escrito al Gobernador Civil comunicándole la convocatoria de la huelga para el 18 de mayo y pidiéndole instrucciones sobre la “actitud que tengo que adoptar”.
El despertar de la conciencia de los trabajadores se había asentado en lo que era visto por los visitantes como un lejano y pintoresco rincón de la Sierra de Guadarrama.
Pero todo iba a cambiar bruscamente. 

El 16 de agosto, sólo un mes después de la última Sesión de la Comisión Gestora del Ayuntamiento que comento al inicio de este artículo, la población civil de Los Molinos ya había sido evacuada para protegerla de los bombardeos del ejército franquista que causaron varias muertes, entre ellas la de un chaval de apellido Pérez, hermano de un vecino que aun vive, y la destrucción de numerosas casas (31 aparecen relacionadas en documentos entre agosto de 1939 y febrero de 1940, en los que los propietarios piden reducir su tributación catastral, pero seguramente fueron más las casas destruídas o gravemente dañadas). Los Molinos, como Guadarrama, eran municipios que quedaban enfilados por la artillería de los sublevados, que disparaba desde el Alto del León, Cerro Piñonero y Cerro de la Sevillana, a diferencia de otros pueblos como Cercedilla o El Escorial de Sierra (como entonces pasó a llamarse San Lorenzo de El Escorial), que quedaban más desenfilados, aunque ninguno lo estaba de los bombardeos aéreos. 
Por cierto, una vez finalizada la guerra, algunos de los propietarios de las casas destruidas, probablemente para acogerse a los beneficios que les proporcionaba el régimen o para manifestar con una mentira su adhesión inquebrantable al mismo, declararon que sus casas habían sido destruidas por la “barbarie roja” o durante el período de dominio de las "hordas rojas", como se nombraba oficialmente al legítimo gobierno republicano, lo que concordaba con la legislación de la dictadura, que acusaba al gobierno de la República de haber provocado la guerra, que juzgaba a los militares leales por rebelión y a los civiles por auxilio a la rebelión y concedía pensiones sólo a la viudas y mutilados que hubieran peleado en el bando franquista. Sólo los vencidos eran culpables del horror, aunque los militares hubieran dado un golpe de estado, contra un resultado electoral, y aunque los proyectiles de artillería y las bombas vinieran del lado "nacional".
Desde la evacuación de Los Molinos, prácticamente la única documentación que se produce en nuestro pueblo es la de la 29 Brigada Mixta, 114 Batallón, que asentó en nuestro término municipal una base logística, además de los importantes centros de resistencia del Cerro de Matalafuente y del Cerro de la Peña del Cuervo y una profusa red de fortificaciones y casas refugios que se establecieron para las tropas
del Ejército Popular de la República Española.
Un año después, en junio de 1937, en Los Molinos sólo vivían 17 civiles (13 hombres, dos mujeres y dos niños), que aparecen en la siguiente relación. Aunque molineros refugiados con sus familias en Collado Mediano, Cercedilla, Alpedrete, Navacerrada y Becerril, se acercaban por el pueblo a hacer algunas labores del campo y algunos jóvenes, que no estaban en edad militar, colaboraban en las tareas de suministro a las tropas leales.

Así, Santiago Andrés Andrés se convirtió en un Alcalde sin vecinos y con un pueblo donde la autoridad era militar y estaba por encima de la suya, por lo que dejó su cargo y, ya en agosto de 1936, se incorporó, como zapador, a las milicias que combatían los intentos fascistas de avanzar hacia Madrid a través del Alto del León. Desde entonces la vida de este campesino, sindicalista y militante socialista se liga a la actividad militar, luchando no sólo en nuestra Sierra, sino también, que sepamos, en la Batalla de Brunete y en Alcañiz (Teruel)… Al final de la guerra sale de Tortosa con su unidad hacia Francia, donde se reencontró con su hijo Teófilo Andrés, que había sido herido. Luego, creyendo en las promesas de reconciliación de la dictadura, regresó a Los Molinos...
Santiago Andrés Andrés
Pero no fue sólo Santiago el que se sumó a la defensa militar de la República. Centenares de miles de campesinos, obreros, oficinistas, dependientes, pequeños propietarios, intelectuales, maestros, artistas y artesanos, mujeres, jóvenes… siguieron ese camino, convencidos de que sólo ellos podrían parar el golpe militar, impulsado por la banca, los terratenientes, la gran industria, la iglesia católica, la Alemania nazi y la Italia fascista.
Valga este recuerdo como homenaje a esos jóvenes que en Los Molinos, Guadarrama, Cercedilla, Collado Mediano, Navacerrada, Becerril, Alpedrete, Galapagar, Torrelodones, los Escoriales, Las Rozas, Valdemorillo, Villalba, Hoyo de Manzanares, Cerceda, Alameda del Valle, Villanueva del Pardillo, Villanueva de la Cañada, Bustarviejo... y en toda España, decidieron poner en juego su vida por la causa de los trabajadores, por la libertad. 

Iremos publicando las fichas de los molineros que sirvieron como milicianos y miembros del Ejército Popular de la Republica Española. Fichas que, como primicia, nos ha proporcionado nuestro compañero Santiago Grande Aguilera, que lleva más de una década recopilando pacientemente, y superando obstáculos que aun hoy existen, datos sobre la memoria de los luchadores antifascistas de nuestra Sierra.
Vaya por ellos y por sus familiares. 

Que los mantengan en el recuerdo y que se sientan orgullosos de ellos.
Adolfo Rodríguez Gil
18 de julio de 2015
Nota: los datos que se mencionan provienen en su mayoría de documentos del Archivo Histórico de Los Molinos y también del relato que Ronald E. Redpatn González - Granda, hizo sobre su bisabuelo, Santiago Andrés Andrés.
¿Qué pasó en septiembre de 1939 en Los Molinos? 


En julio publiqué en este blog una entrada explicando qué estaba pasando en el Ayuntamiento de Los Molinos en torno al 18 de julio de 1936, intentando exponer la normalidad democrática por la que transcurría entonces nuestra administración municipal, preocupada por construir unas nuevas escuelas, por mantener la disciplina urbanística, por atender a las necesidades de los vecinos y vecinas, por denunciar y desentrañar qué había hecho la anterior corporación con las cuentas municipales...
Cuando leí esas actas y esos documentos en el Archivo Histórico Municipal me sorprendieron la normalidad y la contemporaneidad de lo que entonces pasaba, tan parecido a lo que pasa ahora en muchos Ayuntamientos.
Las cinco personas que constituían el gobierno municipal eran las protagonistas de esa pequeña historia, como lo son de esta nueva entrada, porque tres años después cuatro de los concejales, entre ellos el alcalde que había vuelto voluntariamente de Francia, habían sido fusilados, tras someterlos a torturas, a un consejo de guerra sin posibilidad de defensa y acusarlos de adhesión a la rebelión. El quinto miembro de la Junta Local se salvó al quedarse en Francia.
Precisamente fue el 15 de septiembre de 1939, coincidiendo con las fiestas de Los Molinos, cuando murió fusilado en las tapias del cementerio del Este nuestro alcalde Santiago Andrés Andrés, junto con el concejal y su sucesor en la alcaldía Mariano López Piñuelas y el vecino Basiliso García Rodríguez. También ese día fueron fusilados otros alcaldes de pueblos de la Sierra, como Mariano Cuadrado, de Torrelodones (al que ha sido dedicada una plaza en ese pueblo, por unanimidad del Pleno municipal), el alcalde de El Escorial, Dionisio Fernández Salinero y otros más.
El ilegal fusilamiento de vecinos de Los Molinos, en Cercedilla, a manos de milicianos desconocidos, en los primeros días de la Guerra pesó en las condenas, aunque a ninguno de los molineros fusilados se les acusó de ninguna muerte, pero sí de destinar los muebles que incautaron en los chalets a los hospitales y el dinero de las cofradías, que depositaron ante el Secretario del Ayuntamiento, a la Caja de Reparaciones de Madrid. Concretamente, la sentencia del Consejo de Guerra dice:
"Resulta probado y así se declara por el Consejo que los procesados Gregorio Alonso Martín, Anastasio Aparicio Ortega, Mariano López Piñuela y Santiago Andrés Andrés de malos antecedentes y izquierdistas destacados con anterioridad al Glorioso Movimiento Nacional actuaron dede el primer momento al servicio de los marxistas en el pueblo de Los Molinos (...) Considerando que los hechos que se declaran probados son constitutivos de un delito de adhesión a la rebelión con las circunstancias agravantes de extrema peligrosidad (...) Fallamos que debemos condenar y condenamos a los procesados (...) como autores de un delito de adhesión a la rebelión agravado por la peligrosidad de los agentes y gran transcendencia de los hechos realizados a la pena de muerte"
Durante el Consejo de Guerra Santiago Andrés Andrés mantuvo en todo momento una posición digna, indicando que por orden suya se protegió al cura párroco, Alejandro de Castro, "para evitar que se metieran con él" y en sus declaraciones no inculpó a nadie (lo que a veces hacían algunos procesados tras las torturas y para intentar librarse de la pena de muerte).
El defensor de oficio, un oficial del ejército franquista, "expuso que los hechos realizados por los cuatro procesados eran constitutivos del delito de auxilio a la rebelión y solicitó se impusiera a cada uno de ellos la pena de 18 años y un día de reclusión temporal."
El 23 de junio de 1939, tres meses antes, habían sido fusilados los concejales Anastasio Aparicio Ortega y Gregorio Alonso Martín, junto con el vecino Enrique Molero Herrero, en el barranco arcillero que existía junto al cementerio de S. L. de El Escorial.
Los cadáveres de todos estos molineros fueron enterrados en fosas comunes, a las que se negó su identificación y esquela, que se sigue negando 76 años después.

La Junta Local de Los Molinos, emanada de las elecciones ganadas por el Frente Popular en febrero de 1936, había desaparecido junto con la democracia y el poder de los de abajo. En Los Molinos volvían a mandar los caciques, los señoritos, los pistoleros falangistas, el cura y el comandante del puesto, que se involucraron activamente en las denuncias y acusaciones que llevaron a estos molineros a la muerte y también a decenas de encarcelamientos, expropiaciones, las palizas y humillaciones a los sobrevivientes, durante años y años.
La dictadura en su estrategia represiva y en su afán de implantar el miedo no sólo se llevó la vida de estos trabajadores y sindicalistas, y de varios vecinos más, sino que quiso matarlos dos veces haciendo desaparecer también su memoria del recuerdo colectivo. 
Parcialmente lo lograron durante decenios.
Todavía hoy algunos vecinos y hasta algunos familiares se sienten incómodos cuando salen a relucir estos hechos históricos. Todavía hoy, en nuestro pueblo, al contrario que en otros, nada recuerda a estas personas injustamente condenadas y fusiladas por un gobierno ilegítimo, nacido de la traición y la victoria en una guerra en la que fueron claves las tropas coloniales ("los moros que trajo Franco") y el amplio apoyo del gobierno nazi alemán y del gobierno fascista italiano...

Una vez más, y no nos cansaremos, tenemos que repetir que sin Memoria no hay futuro y que los familiares tienen derecho a que los suyos reposen en tumbas con su identificación. Una vez más, y no nos cansaremos, decimos que tenemos que sentirnos orgullosos de esos molineros que pelearon por la República, la democracia y los derechos de los humildes. Una vez más, y seguiremos insistiendo, recordamos la deuda que tenemos con su memoria y alentamos a que ésta sea reconocida oficialmente por nuestro Ayuntamiento y nuestro pueblo, como ya lo ha sido en centenares de localidades.
Adolfo Rodríguez Gil

7 comentarios:

R dijo...

También hubo familias molineras evacuadas a Becerril.

Gracias por dar a conocer la Historia del pueblo.

Adolfo Rodríguez Gil dijo...

Tienes razón, R, que hubo vecinos evacuados a Becerril, como también a Navacerrada, y no solo a los pueblos que nombro.
Sobre un evacuado a Navacerrada llegué a conocer una historia de amor que hacía que a ese molinero, ya fallecido, se le humedecieran los ojos recordándola

Adolfo Rodríguez Gil dijo...

He añadido a Becerril y Navacerrada, entre los pueblos a los que fueron evacuados nuestros vecinos y vecinas

Anónimo dijo...

Muchas gracias por el trabajo y la preciosa entrada. Nunca deberíamos olvidar la historia.

R dijo...

A ver si un día te cuento mi historia familiar sobre este tema, Adolfo.

Adolfo Rodríguez Gil dijo...

Me encantaría, R.
Cuando quieras quedamos a tomar un café y charlamos

Anónimo dijo...

Estupendo tu artículo; sabeis donde puedo encontrar un foto del sacerdote Alejandro de Castro?, yo se que no le mataron los de los molinos, tengo la declaración de su hermana.

Muchas gracias.