domingo, 10 de febrero de 2013

Semblanza de Juan Rubio

ESE ERA MI HERMANO

Era el 15 de septiembre de 1941. Los Molinos estaba en fiestas, pero ni mi hermana ni yo mismo teníamos noción de lo que significaban las fiestas del pueblo.
Era por la tarde, y mi hermana y yo jugábamos en lo que llamábamos el jardín en la casa de Antonio Serrano en la que entonces vivíamos de alquiler.
Recuerdo, como si fuera hoy mismo, que estábamos jugando con tierra al pie de un castaño de indias que aun existe.
De repente, mi padre nos llamó y nos dijo: habéis tenido un hermanito. Pasamos con mi padre a su dormitorio y allí estaban mi madre en la cama y mi abuela Alfonsa con un niño en sus brazos. Ese era nuestro hermano, ese era Juanito. También estaba allí la señora Boni. Aunque para nosotros, en aquel momento no significó nada su presencia bastantes años más tarde supimos que la señora Boni ejercía de partera, de forma altruista en los nacimientos en los que se la requería en el pueblo y que debía ser en todos.
Cuando nos lo dijeron, le dimos un beso a nuestro hermano y nos fuimos al jardín a jugar nuevamente.
Ese fue el primer beso que di a mi hermano. Un beso de amor, un beso de cariño, un beso de bienvenida.
Fuimos creciendo en aquellos años difíciles para casi todos, y a pesar de la diferencia de edad y de que teníamos por eso, lógicamente, amigos distintos, mi hermano y yo buscábamos y encontrábamos, sin pretenderlo, nexos de unión entre nosotros; así, mis amigos eran también sus amigos, y sus amigos eran también mis amigos.
A esa unión de hermanos, a ese lazo irrompible contribuyeron de forma definitiva nuestros padres. Por lo que a mi respecta mi hermana fue mi gran amiga y mi hermano mi gran amigo. En ellos hallé siempre la comprensión y el amor, y yo intenté, y no sé si lo logré corresponderles de la misma manera.
Estoy intentando hablar de Juanito, de definir, desde mi humilde opinión, como era mi hermano.
Mi hermano era sobre todo un hombre bueno. Un hombre bueno con mayúsculas. Un hombre que no conoció la palabra rencor, un hombre que en sus últimos días de vida le decía a Maribel: Yo cada vez me parezco más a mi padre, tengo mala leche como él. Y, efectivamente, Juanito se parecía mucho a nuestro padre. Pero se equivocaba totalmente en el diagnóstico; ni mi padre ni el tenían mala leche.
Juanito, como nuestro padre, fue, sobre todo, un hombre con un corazón de oro. Ya queda dicho que se parecía mucho a nuestro padre, y que a medida que fue cumpliendo años hasta físicamente se le parecía más. Yo sé que a él le gustaba: Eran hombres íntegros, buenos, generosos, que nunca a sabiendas hicieron mal a nadie.
Juanito era ingenioso, tenía una inventiva pronta, era un hombre inteligente, resolutivo, era una persona sencilla que jamás hizo alardes de nada. Jamás le daba importancia cuando resolvía los problemas de otros. Para él era su obligación. El problema del otro era su problema. Era el hombre puesto al servicio del otro.
Ese fue su compromiso político, ese fue su credo.
Desde el Partido Socialista Obrero Español, Juanito fue el leal servidor a los ideales que le eran propios. Como muy bien me lo definían alguno de sus convecinos: muchas veces, demasiadas veces, dejaba sus cosas, su negocio, para atender las cosas de los otros. Así era Juanito, así era mi hermano.
Yo sé, a mi me consta, que Juanito estaba muy orgulloso de su hermano. Presumía de mí. Le daba mucha importancia a todo lo que yo hacía, en cambio lo que él hacía no tenía ningún valor. Hay un poema de Bertolt Brecht que sus Compañeros de la Agrupación Socialista de Los Molinos han querido que figure en su lápida que define a todos los Juanitos del mundo. Dicho poema dice así:

Hay hombres que luchan un día
y son buenos.
Hay otros que luchan un año
y son mejores
Hay quienes luchan muchos años
y son muy buenos
Pero los hay que luchan toda la vida:
esos son Imprescindibles

Cuando murió y antes de cerrar su ataúd, estando únicamente por testigos los empleados de la funeraria, frente a él: mentalmente, durante unos instantes, le di las gracias por haber sido mi AMIGO, y le di unos besos de despedida.
Habían pasado más de 71 años de aquel beso de bienvenida, nada más y nada menos que 71 años de nuestras vidas.

Hasta siempre Juanito, hasta siempre hermano

Daniel Rubio García

Juanito, a la izquierda de la foto, de chaval y con camisa de cuadros, en la piscina durante un programa de radio

3 comentarios:

Anónimo dijo...

BRAVO DANIEL

Anónimo dijo...

En tiempos de tristeza enmierdada, se agradece un poco de buen gusto.

Chico Percebe dijo...

Ánimo Daniel, un abrazo muy fuerte.