lunes, 9 de septiembre de 2024

Comienzan las fiestas... o mejor aun, siguen las fiestas

¿Fiestas para quién? ¿Fiestas para qué?

Hoy empiezan formalmente las fiestas de 2024 con el pregón a cargo del presidente de la Asamblea de Madrid, Enrique Matías Ossorio, del PP por supuesto, y veraneante en nuestro pueblo. Nos imaginamos que ese gesto, además de partidista, es un peldañito más en la carrera política en la que todos sabemos que está el alcalde. Así son las malandanzas de la política profesional, un oficio lleno de trucos, de hipocresía y de pelotilleo.


Pues eso, hoy empiezan las fiestas grandes de Los Molinos. La fiesta mayor, como le dicen en Catalunya. Unas fiestas que en una comunidad agraria y ganadera, pero también de industria artesana, de oficios varios y servicios (canteros, carreteros, carboneros, molineros y molineras, carpinteros, modistas, taberneros y taberneras, tenderos y tenderas… ) como fue durante cientos de años Los Molinos, eran las del final del trabajo de recogida de la cosecha de cereales. Se daban cuando las tareas agrícolas eran mínimas y había tiempo para el descanso, además de comida abundante. Cuando los animales habían engordado y en general cuando solía haber más recursos… si había llovido suficiente, si la cosecha no había sido mala, si las plagas no se habían cebado con plantas y animales, si no habían subido mucho los impuestos reales… Además, se daban en unas fechas en las que el clima solía ser confortable, aunque las de Los Molinos (como las de Cercedilla y Navacerrada) al ser la recogida de los cereales más tardía, por la altitud y el clima, eran en un mes de tan incierta climatología como es septiembre.

Las fiestas eran un momento de reforzar los lazos de comunidad, ya fuertes por los de parentesco y por una vida vecinal en la que todo el mundo se conocía, y de manera bastante detallada, para bien o para mal. Unas fiestas que eran un momento privilegiado para el encuentro y del reencuentro y para robustecer la comunidad. Unas fiestas en las que surgían emparejamientos circunstanciales o que se formalizaban después (y algunos deslices…) Unas fiestas para la irreverencia, para burlarse un poco de los caciques y hasta de exigirles que ya que tenían gastaran algo para la alegría de la comunidad, con la generalizada fórmula de los mayorales.

Y a las fiestas se las revestía también de un contenido religioso o mítico, como fue común durante miles de años, ya fueran de deidades y ritos íberos, celtas, romanos, griegos, cartagineses, cristianos… o de mezclas de todos ellos. Por eso, desde hace tiempo, se les suele llamar también fiestas patronales, aunque el patrón de verdad era la cosecha y la efigie que se reverenciaba se buscaba y ponía ad hoc... vamos, que a ninguna virgen ni a ningún santo se le ocurría aparecerse en época de siembra o en medio de la cosecha, cuando todo el mundo tenía que trabajar y había poco tiempo para los rituales.

Pero casi nada de eso ha sobrevivido al fuerte cambio del modelo de vida que vino, sobre todo, a partir de los años sesenta del siglo XX. En Los Molinos, y en los pueblos de la Sierra, ha desaparecido casi totalmente la agricultura (de la que solo sobreviven algunos pequeños huertos personales), la ganadería a pasado a tener un carácter marginal, aunque todavía importante, y ha virado casi en exclusiva al ganado vacuno de carne, con un componente fundamental de alimentación aportada y de estabulación, los oficios artesanales casi han desaparecido también. Mientras que a la llegada de los primeros veraneantes, de familias adineradas de la burguesía, sucedió el turismo de fin de semana y las segundas residencias de la media burguesía. A lo que hay que añadir el importante papel que ha tenido el vehículo privado en el cambio de las formas de trabajo, consumo y ocio, además de en la configuración urbana de nuestros pueblos y nuestro paisaje.

Estos procesos llevaron al crecimiento de la población, fundamentalmente por la llegada de personas de fuera a vivir permanentemente en Los Molinos (fenómeno que no es nuevo, porque a nuestro pueblo siempre han llegado personas de otros lugares; ya fuera de la provincia de Segovia, de Galicia, de Madrid…) También a la separación de la gran mayoría de la población de los oficios tradicionales y del trabajo familiar, sustituido por el predominio casi absoluto de un pequeño sector servicios centrado en unos cuantos bares, restaurantes y tiendas, algunos comercios (pocos, muy pocos) y a que la gran mayoría de la población activa trabaje fuera del pueblo y en actividades muy diversas. Lo que dio lugar a una cierta gentrificación o elitización de la vida en Los Molinos y a que los lazos familiares, que todavía son muy importantes y están muy presentes para un sector de la población, hayan ido perdiendo peso social.

Todo esto llevó a que el tradicional calendario de trabajo que marcaba la cosecha y el clima, perdiera importancia, pero las fiestas, también por un reparto de fechas entre los pueblos cercanos, quedaron en septiembre.

También, más recientemente, se han dado otros cambios en el paisaje humano, con la inmigración marroquí (aunque alguna familia lleva unos cincuenta años en Los Molinos), latinoamericana y de países del Este de Europa, fundamentalmente de Rumanía. Cambios de paisaje humano que, por cierto, no se quiere reconocer y que se pretende mantener en la marginación cultural y social.

Estos cambios han repercutido en unas fiestas “tradicionales”. Ahora tenemos una mezcla, un mix o un refrito, que probablemente no satisface del todo a nadie.

Para algunos/as ya no son sus fiestas, ya no son las de “los de aquí”, las de los vecinos y vecinas, las de las familias casi todas emparentadas. Recordemos la polémica que se montó hace años, cuando se pasó el día de los niños/as al sábado, para que pudieran asistir todos y no tuvieran que faltar a la escuela. Algunos dijeron que esa fiesta era para los de aquí, no para los chichipanes y que siempre habían dejado de ir al colegio ese día, que no pasaba nada por seguir haciéndolo. Ahora, de nuevo, en estas fiestas de 2024 se han situado actividades infantiles en horario escolar, siendo además la mayoría de esas actividades de carácter seudo taurino. Una muestra más de los retrocesos que se pretenden desde unas derechas que levantan de nuevo la bandera de una identidad supuesta, aunque huela a rancio, ligada a una “modernidad” de consumo ramplón.

Ahora tenemos unas fiestas sin personalidad, saturadas de festejos taurinos, trufadas de imágenes de un culto religioso y dedicadas no a la mayoría de la población, sino fundamentalmente a los jóvenes y no tan jóvenes nómadas de romería fiestera, que recorren una tras otra todas las de los pueblos cercanos, como si fueran las estaciones de un rosario en el que se reza al verano que se acaba…

Hace diez años, en el ya lejano primer año de gobierno del PSOE-PLM-IU, se dio un intento de hacer unas fiestas más comunales (por ejemplo, la Asamblea del 15M organizó la fiesta infantil), con mucho menos gasto (entre otras cosas porque el Ayuntamiento era todo deudas que había heredado de los años de gobierno del PP) con actividades más sencillas, cercanas e integradoras… Entonces se habló de poner en marcha un nuevo tipo de fiestas que respondieran a las nuevas realidades de Los Molinos. Unas fiestas en las que participaran y se vieran reflejadas los vecinos y vecinas más recientes, el colectivo marroquí, las personas provenientes de Ecuador y otros países latinoamericanos, las personas de origen rumano, etc. Unas fiestas que tuvieran también contenidos culturales, que demanda un sector importante de la población. Algo se hizo. Sobre todo en este último aspecto, el cultural y también en el de la participación de grupos musicales de jóvenes vecinos y vecinas. Pero poco se hizo para que fueran un espacio también para otras colectividades, fundamentalmente los y las inmigrantes. Hubo ideas, propuestas… pero no se pusieron en marcha, como no se han querido nunca poner en marcha, aunque lo hemos demandado. ¿Será porque la mayoría de las personas de esos colectivos no votan y porque para las derechas la marginación de los/as inmigrantes es una de sus banderas? ¿Será porque también algunos sectores entre las izquierdas del sistema sustentan un modelo identitario parecido o temen que eso les quite votos?

Ese intento de unas fiestas sencillas y cercanas fue desprestigiado y combatido desde fuera y desde dentro del tripartito y, al año siguiente, el PSOE volvió al redil y en vez de actividades lúdicas en las que los niños y niñas eran los protagonistas de su propia diversión, se decidió contratar más castillos hinchables que nunca: “Más castillos hinchables que los que nunca puso el PP” ¡Qué orgullo!

Y las fiestas siguieron siendo las rutinarias y viejunas, más que tradicionales: novilladas, becerradas y encierros, procesiones católicas, bailes con orquestas más o menos conocidas (cambiando éstas según los gustos de quien gobierna: nostálgicas de los noventa, con gogos, pasodobles, con música de más o menos moda…) y con otros aspectos menos nombrados y muy poco sanos, pero que todos y todas sabemos que también están muy presentes y ante los que se hace la vista gorda.

Siempre hubo gente en Los Molinos que rechazaron este modelo de fiestas, gente para los que nunca han sido sus fiestas y que han considerado que en ellas se les ha hecho sentir, una vez más, que hay que comulgar con lo que dicten y que quien no lo haga “no es de aquí”; que esto es lo que hay; que si quieren se “integren” y que si no ya saben…

Ese es el concepto de integración que se tiene desde nuestra rancia derechona: Ellos, con sus allegados y con su espacio clientelar, deciden lo que es la “tradición de toda la vida”. Lo deciden sin dar participación a nadie más en esa definición. Patrimonializan las fiestas y nos las dan hechas no solo al conjunto de la población, sino también al resto de los concejales y concejalas que no son de su partido, a los que ni se nos consulta ni se nos informa sobre cómo van a ser las fiestas, ni tampoco se nos dan los datos precisos de lo que nos cuestan.

Y entre el dineral de nuestros impuestos que se gastan en estas fiestas del final de verano y otras actividades festivas a lo largo del año, la parte del león se la llevan los carísimos festejos taurinos. Nosotros/as venimos pidiendo que el Ayuntamiento deje de organizarlos y de gastar nuestro dinero en ellos. Hemo pedido repetidamente que se someta a referéndum ese descomunal gasto en fiestas taurinas que pagamos todos y todas para una minoría, y cada año presentamos una enmienda a los presupuestos para destinar ese dinero a gastos sociales y culturales. Pero aun cuando sostienen que la mayoría de los vecinos y vecinas quiere que gastemos centenares de miles de euros en esa cultura taurina tan rancia, no quieren que se sometan a votación vecinal ¿Por qué no lo hacen?

Y así, nuestras fiestas son un “quien quiera que se integre y quien no que se vaya”… Vamos, una dictadura “cultural”, confesional, ideológica, clientelar y de maltrato animal, en un pueblo que ha cambiado mucho más de lo que se manifiesta formalmente.

Otro de los tópicos que se utilizan para justificar el gasto enorme que se hace en las fiestas por parte del Ayuntamiento (de nuestros bolsillos, claro) es que es el momento en que los bares y restaurantes hacen la mayor parte de sus ingresos anuales (ingresos que, por cierto, no repercuten en las arcas municipales). Pero cualquiera puede saber que una actividad de temporada es un salvavidas con agujeros para nuestros bares y restaurantes, como cualquiera puede juzgar por el continuo cierre de estos negocios y por la difícil supervivencia de algunos. Se trataría, como pasa en otros pueblos cercanos, de favorecer su actividad durante todo el año, no solo como una forma equilibrada de negocio, sino también para mantener esos servicios y no pasar del atracón y de la saturación del verano y de las diferentes fiestas, al desierto que es nuestro pueblo la mayoría de los días del año.

Pero tanto lo taurino, como lo religioso, como la repercusión económica de las fiestas no son más que condimentos de una visión política, de un discurso que se quiere hacer pasar como “lo español” y de algunas miserias electorales.

En agosto de 2022 se dio a conocer un estudio de los politólogos Marc Guinjoan, profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), y Toni Rodon, del Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) que, entre otras cosas, concluía que si se duplica el gasto en fiestas en el último año de legislatura, se incrementa los votos del partido gobernante en 2,5 puntos.

Que las fiestas tienen un carácter electoralista lo sabemos desde hace mucho en Los Molinos. Lo de los 2,5 puntos más de votos si se gastan los dineros suficientemente, eso ya sería mucho precisar.

Y, a pesar de que las siguientes elecciones municipales no llegarán hasta 2027, las fiestas se ideologizan más con las señas de identidad de la derecha más casposa, especialmente por el empeño en mantener lo taurino como enseña, a pesar de que cada vez esté más desteñida. Con carísimas novilladas (dos de las tres con picadores, que son aún más caras). Que nos cuestan unos 200.000 euros de los bolsillos de todos y de todas, para la propaganda y el disfrute (¿?) de una minoría. Miles de euros evaporados en unos dudosos espectáculos de segunda, que estarían mucho mejor empleados en otras actividades e inversiones que tanto se necesitan en muchas zonas del pueblo. Además de que el maltrato animal que implican las novilladas, es rechazado por cada vez más sectores de la población.

Otro componente de las fiestas ha venido siendo las continuas referencias confesionales que se hacen en ellas, la sobresaturación de imaginería religiosa en el programa, en los carteles y en las referencias y discursos, además de en la inclusión de actividades confesionales dentro del programa de fiestas… procesiones, cánticos, misas, encierros, novilladas y baile (y lo que caiga) Para algunos el que las leyes marquen que no hay una religión oficial y que el Estado esté definido en la Constitución como aconfesional no cuenta. Parece claro que a algunos les gustaría que, como en la dictadura, siguiera habiendo una religión oficial y obligatoria. Entendemos también que muchas personas católicas se sientan incómodas en esta mezcolanza. De una religión que nació de la rebeldía y desde los pobres, se sigue imponiendo una religión del poder y se la trufa con las más zafias y paganas interpretaciones de la misma y con los intereses electoralistas.

Los carteles de cada año son un reflejo de lo que decimos: los acaparan las imágenes de toros (aunque luego se lidien solo novillos) y la imagen del cristo (aunque a las procesiones y misas vaya muy poca gente). Carteles que, por cierto, suelen ser muy feos.

El resultado es que las fiestas de Los Molinos no cubren un papel importante para la cohesión de nuestra comunidad. Las fiestas debería estar centradas en lo que nos une. Deberían evitar las exclusiones y la autoafirmación de unas maneras de ver la vida y de una sola ideología.

Las fiestas también tendrían que ser mucho menos costosas, más íntimas, más de poner en valor lo que aquí se hace, a su gente, a los grupos musicales de Los Molinos y de los pueblos cercanos… ¿Necesitamos que vengan miles de personas de fuera para tener unas fiestas de éxito? ¿Es justo que paguemos altos impuestos para que se organicen actividades en que las que la mayoría de la población de Los Molinos no participa?

Es un anacronismo que paguemos con el dinero de los vecinos y vecinas, unas carísimas novilladas que solo interesan a una minoría. Lo lógico sería, incluso para una derecha que está a favor de la privatización de lo público cuando se habla de sanidad y educación, que privatizaran una actividad no necesaria socialmente como son las novilladas. Lo lógico sería que quien las quiera, le guste presumir de su afición taurina y asegure que le gustan a la mayoría, fuera coherente y se las pagara de su bolsillo, sometiéndolas así también al criterio del mercado ¿No? Aunque sabemos que en ese caso, y si se suprimieran las entradas que se distribuyen gratuitamente, la plaza de capeas estaría semivacía.

Pero ni criterio de mercado ni consulta a los vecinos y vecinas, además de no perder de vista el debate sobre la ética de una actividad que es cada vez más cuestionada. Nunca, ni el PP ni el PSOE, se han atrevido a preguntar a la población si las queremos. Siguen diciendo que la mayoría las quiere, pero no deben estar muy seguros porque no se atreven a someterlo a consulta.

Además de esa negativa reiterada a someter los festejos taurinos a referéndum, está en la lógica de la interpretación que hacen de la democracia. Resulta que las decisiones del alcalde, una vez elegido por los concejales, es la democracia. Así, cada vez que proponemos que se consulte a los vecinos y vecinas, se nos contesta que para eso están los concejales y que ellos han ganado las elecciones. Vamos, que consideran que las votaciones son un cheque en blanco para hacer lo que quieran.

Aunque esa negativa a consultar a los vecinos y vecinas y a debatir lo que hace nuestro Ayuntamiento con nuestro dinero, tiene una excepción parcial, precisamente en las fiestas de septiembre.

El PP que proclama su oposición a la democracia participativa, a la participación de los vecinos y vecinas en los asuntos comunales, en las fiestas sí consultan… pero lo hacen solo a un sector de los vecinos y vecinas, al sector que participa activamente en la parte más acostumbrada de las fiestas: las peñas, aunque eso sí, a unas más que a otras. Y nos parece muy bien, pero nos parece que se debería también contar con otros colectivos de vecinos y vecinas, organizados o no, para que demos nuestra opinión. Por ejemplo, con los vecinos y vecinas del entorno de la plaza, que sufren serias molestias durante las fiestas. Por ejemplo, con los colectivos de migrantes marroquíes, latinoamericanos, de Europa del este, para que den su opinión y planteen si quieren participar con otras actividades en las fiestas. Y también con el resto de concejales y concejalas que no forman parte del gobierno municipal.

Pero para una derecha que considera incluso la democracia formal como un mal necesario, es mucho pedir. Más aun cuando tampoco practican esa democracia formal o indirecta, cuando no se permite siquiera que los grupos municipales de la oposición, que en su misma lógica, serían representantes de un sector importante de los vecinos y vecinas, participen en el diseño de las fiestas, en sus procesos y en las reuniones con las peñas y los grupos vecinales. De nuevo, las fiestas como patrimonio de partido y como monocultivo ideológico y político.

Si se diera esa participación, se podría hablar de cosas que no se quieren someter ni a debate ni a publicidad, como los horarios, los niveles de ruido, si los fuegos artificiales deben ser o no estruendosos (por sus efectos negativos en algunas personas y en muchas mascotas), la limpieza, la seguridad, el consumo de drogas legales e ilegales, etc., y también de si vamos a seguir siendo el único pueblo de la Mancomunidad de Servicios La Maliciosa, que sigue sin contar con un Punto Violeta para prevenir la violencia machista en las fiestas. 

Se podría hablar también del dineral que se gasta en fiestas (unos 400.000 euros al año, con la posibilidad de gastar más al asignar en el Pleno de este mismo mes de septiembre unos fondos llegados del gobierno central, 208.000 euros, a la partida presupuestaria en la que están las fiestas) Se podría hablar de si ese dinero, que sale del bolsillo de todos y de todas, pero que se pretende a mayor gloria del partido gobernante, tendría mejor utilidad en tantas obras de mejora que requiere el pueblo, en gastos sociales, en gastos culturales, en otro tipo de actividades para la infancia, los mayores, la convivencia cultural… y también en unas fiestas más cercanas, sencillas, serenas e integradoras.

Estamos convencidos/as que la mayoría de los vecinos y vecinas no conocen lo que se gasta en las fiestas. Bueno, nadie lo conoce con detalle porque el equipo de gobierno no da nunca los datos completos, a pesar de que año tras año los venimos reclamando. Nos enteramos, porque están obligados a publicarlo, de los grandes gastos de contratación y de adquisiciones, pero otros gastos están camuflados en otras partidas generalistas y otros más son costes que no aparecen en los relacionados con las fiestas.

Pongamos un ejemplo, que además lo es de lo que estamos comentando: Este año, se han comprado bolsas de plástico con flecos, para hacer unos toldos con los colores de la bandera. Si computamos los gastos, en el Decreto de alcaldía aparecen 544,50 €. Pero si tenemos en cuenta las horas que han estado colgándolas cuatro trabajadores de la cuadrilla de obras, el encargado, el coste o alquiler del camión grúa, el personal, el alcalde y los concejales que han estado mirando mientras se hacía durante prácticamente toda la mañana del viernes pasado, parece evidente que el coste real ha sido varias veces superior al gasto en nocivas bolsas de plástico.

Hemos recopilado algunos de los gastos en fiestas que realiza el Ayuntamiento (no nos cansaremos de decir que con nuestro dinero) Es una lista incompleta, pues meses después de pasadas las fiestas aparecen nuevas facturas en los Decretos de alcaldía. Es una aproximación a algo que consideramos escandaloso:

 

Empezamos el artículo haciéndonos dos preguntas ¿Están contestadas?

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con el artículo. Es bochornoso que las fiestas, que debieran ser de todas y todos, se reduzcan a complacer a una cada vez más reducida parte del pueblo. La inmensa mayoría de nuestrxs vecinxs no es religiosa; y, desde luego, la inmensa mayoría rechaza el maltrato animal. ¿Ppr qué entonces se mantienen estos atavismos?
Las fiestas, para ser de verdad populares, debieran organizarse con participación de todo el pueblo. Y abandonar costumbres bárbaras que nos dejan a la altura del betún.
Pilar

Anónimo dijo...

Puedes poner por aquí el resultado de la votación vecinal,o algún acta de las reuniones con todos esos colectivos que dices de cuando organizasteis las fiestas de Los Molinos?

Anónimo dijo...

Desgraciadamente, ya sabemos la interpretación que tienen de la democracia, los que administran los recursos públicos. Y tristemente, parece difícil cambiarlo en los tiempos que corren.
Si se hiciera cualquier consulta a los vecinos, tengo la certeza, de que la mayoría apoyaría a quien votó. Sin ningún debate interno por su parte. Como loros. Ya ha ocurrido esto.
Me recuerda a esas pegatinas que llevan algunos serranos en el coche "No despaletizar".
No hay más que ver el "canto al cristo", con su rancio recuerdo a tiempos del nacional catolicismo, y donde por cierto, hay más jóvenes de lo que cabría esperar en el siglo XXI, para esperar cualquier esperanza de cambio de mentalidad.
Y si luchas contra ello, te estigmatizan
O traigas, o pasas de todo, o te vas.

Anónimo dijo...

Salir un rato a disfrutar de las fiestas sosos,que sois unos sosos!bueno aunque algo bueno hay que decir,el nuevo concejal que habéis puesto si que las disfruta,por lo menos con los encierros de los que casi siempre ha participado.y si no por lo menos se toma una caña con todos los casposo,religiosos y fachas que andan por el pueblo

Anónimo dijo...

Este tipo de fiesta tiene el respaldo de la mayoría del pueblo (8 concejales de 11).
Es lo que el pueblo vota.

Anónimo dijo...

Republicanos y marroquis en la directiva de los mozos,marroquíes toreando en las becerradas y corriendo encierros,chicas de origen rumano en la directiva de las mozas......a ver si los que no estáis integrados en la vida del pueblo sois vosotros y lo único que queréis es joder las fiestas a todo el pueblo